Siempre que me siento a
escribir una reseña de una obra de Biurrun me invade la misma sensación: este
texto va a estar tan lleno de halagos que no os vais a creer ni una palabra de
lo que os voy a decir. Pero es que Invasiones,
publicado este año en Valdemar, en la colección Diógenes (es decir, tiradísimo
de precio), me ha fascinado. Invasiones es
lo último que ha publicado el autor Biurrun, que quizá conoceréis por Rojo alma, negro sombra, El
escondite de Grisha, Mujer abrazada a un cuervo, o Un minuto antes de la
oscuridad. Y desde luego, Invasiones
está entre los trabajos publicados del autor que más he disfrutado hasta la
fecha.
Invasiones
es un collage acojonante. Y sí,
seamos claros y directos, Ismael escribe historias que aterrorizan. Las imágenes
evocadas en las tres novelas cortas de Invasiones
son de esas que se clavan en el cerebro, que pican, que rascan bajo el cráneo,
que reclaman nuestra atención y que se presentan cual ominosa sombra en nuestros
sueños para transformarlos en pesadillas. Pero son unas pesadillas humanas,
banales, mundanas. Son pesadillas dignas de novelas de Ballard. Terrores de
asfalto. Horrores urbanos. Es curioso como el autor consigue mezclar el género
de ciencia ficción de hormigón de Ballard junto a una especie de terror
apocalíptico. La amenaza exterior se cierne sobre la humanidad y nuestros
personajes parecen estar más preocupados por problemas que en esos casos nos
parecerían estúpidos, y que consigue que veamos como los humanos exudamos lo
peor de nosotros mismos en situaciones extremas.
Da la sensación de que los
personajes, ejes centrales de cada relato, están invadidos, como indica el
título. Invadidos a nivel metafórico o literal, y que dicha invasión, plaga, o
enfermedad, está rodeada por el halo de la relación sentimental quebrada. Las
historias estiran la resistencia mental de los personajes hasta límites
infinitos, desdibujando sus rostros en muecas que causan rechazo y fascinación
al mismo tiempo. Es decir, el primer bastión en quebrarse es la mente. La
resistencia psíquica. La locura, pues, lo inunda todo como un torrente
imparable y arrastra al lector a un mundo de claroscuros deformados, dejándolo
exhausto.
No deja de ser curioso
que los humanos de las historias de Biurrun reaccionen ante situaciones
extremas e inhumanas de la forma más inesperada posible, es decir, de forma
humana. Caen en errores, cometen actos egoístas, reaccionan de forma
irracional, y actúan de forma irreflexiva. Pero lo que más me fascina de Ismael
Martínez Biurrun y de Invasiones es
el tremendo dominio sobre el estilo y la narrativa. Depurado hasta lo
enfermizo, el estilo de Biurrun es marcado y muy personal. Uno sabe que está
ante uno de sus textos ya no solo por los leit
motiv mencionados en esta reseña, sino por recursos lingüísticos y
estructuras narrativas. La prosa de Biurrun acaba siendo un personaje más.
Y terminamos de nuevo con
el principio. Con las Invasiones. Con
ese deambular por un lugar oscuro, tétrico, en penumbra, con luceros aquí y
allá que nos coloca el autor. Y terminamos encontrando un espejo vetusto que
nos devuelve una imagen distorsionada. Es el abismo, que nos devuelve la mirada
a través de las historias de Invasiones.
¿Os atrevéis a echarle un vistazo?
Nota: esta entrada está dentro del Proyecto Celsius 2017 que comparto con Isa y Daniel, por lo que hemos publicado esta reseña el mismo día, y os animo a revisar sus textos.
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