Nota: escucha esta reseña en el episodio 30 de Neo Nostromo.
La fantasía épica está más viva que nunca. Y hablo de la fantasía épica escrita en castellano, que de anglosajones tenemos, tuvimos y tendremos. Podría disertar durante un rato sobre la tradición del género fantástico en España, la falta de referentes sólidos, la mirada puesta en la influencia norteamericana e inglesa y bla bla bla. Pero si os quedáis hasta el final de esta reseña veréis que en el panorama hispanohablante no solo se escribe weird ni cruces entre géneros para colar terror, fantasía o ciencia ficción en sellos generalistas. No, aquí también se escribe fantasía épica. Con todas las letras.
Para muestra un botón, El arcano y el jilguero, de Ferran Varela, publicada por Ed. Transbordador es una de esas pequeñas maravillas que nos da la literatura fantástica de vez en cuando. El arcano y el jilguero se sitúa en Hann, un mundo inventado situado en una edad pseudomedieval en la cual hay una situación política bastante tensa entre distintos territorios. El autor hace uso de varias referencias históricas claras (imperio romano invadiendo otras culturas y asimilándolas en su amalgama política) para construir una historia vibrante y realista. Y digo realista porque el libro tiraría más hacia el grimdark que hacia la alta fantasía. De no ser por algunos elementos concretos el libro podría ser considerado una novela histórica de aventuras sin más. En cualquier caso, nuestro protagonista es un inquisidor cuyo trabajo es el de lograr la anexión de distintas ciudades al entramado imperial mediante la persuasión. Una persuasión llamada miedo que canaliza a través de la tortura. Mezen el Ariete es el Alto Oficial del Sacro Imperio leenero, un nombre que generar terror solo de pronunciarlo y que es capaz de abrir las puertas de una ciudad que lleva meses asediada en solo unas horas. Él es un Arcano del Tormento, una especie de demonio inmortal que desuella a sus víctimas y causa un dolor atroz. ¿O quizá es todo una pantomima?
Las dicotomías del libro me han parecido muy interesantes. ¿Qué diferencias hay entre monstruo y héroe? ¿Y si para salvar la vida de miles hay que sacrificar a unos pocos? ¿Es eso justicia? ¿Hay redención para alguien capaz de tomar estas decisiones éticas y morales tan complicadas? ¿Existe perdón para el torturador, para el monstruo, pese a que el fin es positivo? Desde el inicio sentimos una simpatía tremenda hacia Mezen. Pese a ser un personaje torturado y a la vez torturador. Pese a ser un asesino. Sus diálogos internos son una delicia narrativa y lanzan preguntas interesantísimas pero ninguna respuesta. Quizá me ha parecido un poco más floja (por evidente en contraste con el resto del libro, nada más) la interacción entre Mezen y Nara, una niña huérfana que parece devolverle esa fe y amor propio que tanto echa en falta.
Es una novela muy humana, que ahonda en temas existenciales de una forma muy elegante y trabajada. Con una narrativa muy pulida y trabajada, El arcano y el jilguero es una novela breve que presenta un mundo amplísimo y complejo que logró obsesionarme durante varias semanas. El libro también tiene sus dosis de construcción de mundos, de política, de jurisdicción, de economía, de cultura… Todo lo que necesita una buena novela de fantasía épica. Pero para mí lo más destacable, a riesgo de repetirme, son esas preguntas existenciales que algunos se empeñan en catalogar como pertenecientes a la Alta Literatura. En definitiva, un libro que, además de todo lo mencionado, tiene un magnetismo brutal. Algo que no sé muy bien explicar pero que una vez os pongáis en el libro entenderéis.
Ummmm.... Interesante. Difícil no pernsar en cierto torturador de Adua...
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