El núcleo del sol, de Johanna Sinisalo


Nota: esta reseña es una colaboración con Isa Janis, de A través de otro espejo, para el Especial Celsius232 2019.

No solo de ciencia ficción anglosajona se vive. De los países nórdicos también llegan libros con propuestas originales pensados desde una perspectiva cultural y social distintas. Este soplo de aire fresco me parece incluso más necesario cuando hablamos de un subgénero que está surgiendo como la espuma en librerías: la distopía feminista. Es decir, toda la estela de obras que han salido a raíz del enorme éxito de El cuento de la criada. Hemos visto muchísimos de estos libros como Voz, The Power, Relojes rojos y demás que, por desgracia, pecan de ser productos que quieren aprovechar el tirón de muchísimos lectores interesados por el tema pero que carecen de buenas ideas y terminan siendo obras más que olvidables. Por ello cuando aparece una que destaca sobre el resto y que no se me caen los anillos al decir que podría ser una digna sucesora de la obra de Atwood, creo que vale la pena, no, es incluso necesario, destacarlo y anunciarlo.

El núcleo del sol nos sitúa en un futuro cercano, en una Finlandia totalitarista y claramente distópica. El gobierno finlandés de ultraderecha ha ganado poder a través de varias elecciones y ha acabado imponiendo su mandato eliminando privilegios y, sobre todo, derechos civiles. De hecho en esta Finlandia distópica hay censura y bloqueo de la información, apenas se sabe qué ocurre en Europa (muy parecido a la Gilead de El cuento de la criada), pero esto no es, ni de lejos, lo peor. El gobierno ha decidido controlar el mayor poder de las mujeres: la maternidad. ¿Cómo? Pues con selección artificial, es decir, solo las mujeres sumisas, con una inteligencia más o menos justa, fáciles de manipular y de familias afines al régimen pueden reproducirse. Y siempre bajo estricto control del estado. Estas mujeres van a tener hijos todavía más sumisos a quienes educarán bajo el servilismo. Por otro lado, las mujeres más rebeldes, luchadoras o librepensantes son esterilizadas de niñas. De ese modo evitan la posible diseminación de futuras generaciones que se opongan al régimen. El estado ha prohibido muchísimas más cosas, entre ellas el ocio y por lo tanto las drogas recreativas. No solo las drogas ilegales, sino que cosas como el alcohol o incluso los alimentos picantes, ya que estos propician que nuestro cerebro libere ciertas propiedades químicas. A este gobierno utópico/distópico lo llaman eusistocracia, y estamos en la República Eusistocrática de Finlandia.


Nuestro personaje principal es Vanna, una chica de esas que deberían haber sido esterilizadas. Independiente, rabiosa, inteligente, luchadora. Pero que gracias a su educadora, tanto ella como su hermana (esta sí, sumisa) logran crecer sanas y salvas. Hasta que su hermana se marcha con un hombre al que la han casado y ella se marcha con Jare, un tipo que se dedica a plantar guindillas de distintos tipos y a traficar con el picante. Sí, en este mundo las guindillas son de lo más arriesgado. Vanna acaba trabajando en la plantación, probando distintos picantes, traficando con guindillas que se introduce en la vagina (estas escenas son hilarantes, de verdad) y al mismo tiempo tratando de averiguar qué le ha pasado a su hermana, ya que su marido es un tipo de lo más agresivo y su hermana parece haber desaparecido.

Una obra inteligente, profunda, satírica y sin pelos en la lengua. Ha sido una sorpresa muy agradable leer a Johanna Sinisalo. Sus ideas son rompedoras y transgresoras y creo que hace un retrato mordaz de la sociedad hacia la que parece que nos abocamos. Ese totalitarismo disfrazado de democracia utópica, donde todos viven felices y ese confort se incrementa a medida que el control del gobierno es más fuerte. Vanna representa a toda una generación de mujeres que luchan contra el sistema, que se niegan a conformarse porque "ya tienen algunos derechos" y que quieren más. Quieren ser libres. Porque Vanna, a pesar de tener que deconstruirse en numerosas ocasiones y cuestionarse a sí misma, tiene algo claro: quiere ser libre. No es una novela de derrocar al sistema, no hay grandes heroínas, no hay grandes gestas. No hay épica. Tan solo hay humanos que tratan de sobrevivir en un país de cartón donde las sonrisas son impostadas y la gente es falsamente feliz. A destacar el retorcido sentido del humor de la autora, muy en la línea de los autores de los años 70, y que me ha gustado especialmente por lo descarado, directo y brutal. Como ya dije en este post, esta fue una de las mejores lecturas que leí en 2018. Por cierto, la edición de Roca es muy correcta, y la traducción de David Tejera (doble traducción, ya que el libro ha sido traducido del inglés, y este había sido traducido del finlandés) es tan buena que no da la sensación, para nada, de habernos perdido algo en ese "lost in translation". Gran trabajo.

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