La década de los años 30 fue una época fructífera para el género fantástico. A finales de la década las historias pulp de Conan el Cimmerio escritas por Robert E. Howard eran tremendamente populares y habían influenciado e inspirado a una nueva generación de escritores, especialmente aquellos que publicaban en la famosa revista Weird Tales. Una de entre todos aquellos autores que se adentraron en la fantasía épica y de aventuras fue Catherine Lucille Moore, que firmaba sus obras como C. L. Moore como exigencia editorial, ya que ella jamás ocultó su verdadera identidad. Fue en esta revista donde creó a la guerrera Jirel de Joiry.
Catherine L. Moore (1911-1987) escribió la mayor parte de su obra en la década de los años 50, una de las primeras autoras en labrarse un nombre dentro de un género mayoritariamente masculino. A pesar de dichas exigencias editoriales de ocultar su autoría como mujer, Moore jamás tuvo problema en responder cartas o asistir a eventos para revelar quién se ocultaba tras las iniciales. Su primer texto publicado y que dio muchísimo de qué hablar fue Shambleau, protagonizado por su héroe más popular (y el que estaría presenta en gran parte de sus obras) Northwest Smith, una especie de proto-Han Solo. A día de hoy todavía no he leído ninguno de estos relatos de ciencia ficción (aunque he empezado la antología Judgement Night, también de fantasía oscura), voy a centrarme en un personaje carismático y de una importancia que no quiero que pase desapercibida: Jirel de Joiry. Esta guerrera protagoniza unos pocos y breves relatos ambientados en Joiry, una especie de escenario pseudomedieval bastante desdibujado pero que podríamos situar en una Francia fantástica (básicamente por los nombres de muchos de los personajes). Jirel de Joiry es una recopilación de cuentos que ha rescatado y retraducido la editorial Costas de Carcosa y que reúne todas las venturas de la mujer de larga cabellera roja.
La antología comienza con «El beso del Dios Negro», probablemente el relato más intrigante y apasionante del libro. Este relato se publicó por primera vez en 1934 en la ya mencionada revista Weird Tales. Jirel aparece por primera vez presa, al parecer se nos insinúa que un ejército ha conquistado su castillo liderados por Guillaume, un enorme tipo enfundado en armadura pesada. Jirel es llevada ante el comandante y él, al quitarle el casco se queda totalmente prendado de ella, por lo que la obliga a besarle. Ella siente una repugnancia y un rechazo instantáneo, pues nadie tiene derecho a robarle su libertad, ni siquiera en forma de beso. Guillaume es la representación clara del hombre dominante, salvaje y que toma lo que quiere, viendo a las mujeres como parte del botín y no como personas. Más adelante el padre Gervase la libera de su celda y Jirel decide que emprenderá una misión en busca de un arma que le permita vencer a Guillaume. Con la venganza todavía hirviendo en sus labios Jirel se interna en la oscuridad de un mundo extraño y aterrador. «El beso del dios negro» es un relato que aúna las características principales que veremos más adelante en el resto de relatos de Jirel. La heroína pasa de un plano a otro y se sumerge en un mundo mágico donde la realidad está distorsionada. Ella no puede darle sentido a lo que ve, pero Moore a través de un estilo sobrecargado de adjetivos y sobredescripciones exageradas (muy de literatura pulp) logra transmitir la tensión y la amenaza que existe en este plano. Me sorprendió mucho la originalidad que plantea el mundo (a pesar de la clara influencia de los mitos de Lovecraft, con esa unión entre dos planos, el del mundo que conocemos y otro oscuro y repleto de pesadillas y terrores abismales) y la claridad de las descrpciones, logrando que todo sea vívido. La trama en sí es cortísima y apenas ocurre nada, de hecho el relato no llega a las cincuenta páginas, pero Jirel tiene una personalidad impresionante. Su fuerza de voluntad y tenacidad la llevan adelante, y logra superar varios obstáculos sin tener si quiera que desenvainar la espada. De hecho esto lo que hace especial a Jirel a lo largo de sus aventuras, es su voluntad férrea lo que la lleva a superar estas tareas imposibles para el acero.
A este relato lo sigue su continuación directa «La sombra del Dios Negro» que sin entrar en destripes de la trama repite bastante el esquema del anterior texto. Demasiado para mi gusto, a decir verdad. Aunque es breve y se lee en un ratito, se hace pesado por repetitivo. De todos modos contiene una carga escenográfica bestial con llanuras de sombras imposibles, estampidas de caballos malditos, demonios-rata que apenas ve y de los que debe defenderse haciendo molinillos con la espada a medida que camina (muy pulp, sí).
«Jirel se encuentra con la magia» es un relato que publicó en Weird Tales en el verano de 1935. Jirel se adentra en una aventura frenética donde debe dar caza a un hechicero llamado Giraud (como veis, hay cierto patrón en los nombres, como con Guillaume, que nos da la pista del hipotético escenario de los relatos). Jirel capitanea a sus soldados a quienes envía a asediar la fortaleza del hechicero. Pero como ocurre con los dos relatos previos, de pronto Jirel se verá aislada en una aventura mágica (en este caso provocada por la hechicera Jarisme) donde volvemos a esas descripciones vívidas y aterradoras, repletas de sombras.
«La tierra oscura» presenta a Pav, una entidad que gobierna un mundo llamado Romne. Pav resucita a Jirel y la reclama como esposa y concubina, pero como ocurría en el primer relato, Jirel no pertenece a ningún hombre. Su ingenio, en este caso, la llevará a salir del apuro. Logra hacer un trato con Pav: si encuentra un arma que pueda matarlo será libre, de lo contrario le pertenecerá para siempre. Este relato tiene una gran similitud con la trama del primero, pero de todos modos toma otros derroteros bastante interesantes y se vuelve una historia muy interesante e intrigante. Llegados a este punto uno ya espera ver la resolución que Jirel le dará al aprieto. Hay que tener en cuenta que estos relatos se publicaban con meses, a veces años de espera, por lo que el impacto de leer una historia de Jirel debía de ser mucho mayor en una década donde apenas existían heroínas, sino que apenas había variedad en el mundo de la literatura fantástica.
En 1937 publicó en Weird Tales el relato «La búsqueda de la gema de las estrellas», una historia que coescribió con su esposo Henry Kuttner (con quien coescribió el grueso de su obra) debido a que numerosos fans pedían un cruce entre sus dos héroes favoritos, Jirel y Northwest Smith. Teniendo en cuenta que Jirel habita mundos de fantasía de espada y brujería muy pulp/dark fantasy y que Smith es de ciencia ficción de aventuras, realizar un encuentro entre ambos y que sea plausible e interesante me parece loable. Moore y Kuttner logran conectar ambos mundos a través del brujo Franga. Este pierde su gema estelar cuando Jirel le asalta por lo que decide viajar en el espacio y el tiempo para buscar a alguien capaz de vencer a Jirel. Ese alguien es Smith. El resto es historia. Según he leído al investigar para esta reseña, Moore no quedó de todo satisfecha con este relato y, de hecho, no suele aparecer en las antologías clásicas de Jirel. De todos modos, en mi edición en inglés de Gollancz (la de Golden Age de 2019) y la de Costas de Carcosa sí aparece.
La antología cierra con «Hellsgarde», publicado en 1939. Un relato más dark que fantasy (incluso más que los dos sobre el Dios Negro) de ambientación gótica (castillos oscuros laberínticos). Un relato que quizá pierde un poco la fuerza de los anteriores textos pero que al mismo tiempo recupera esa Jirel del inicio con una voluntad férrea. Me sorprendió mucho la aparición de criaturas fantásticas como los vampiros o los fantasmas, que hacen su primera aparición aquí. Además el final es delicioso. Un relato que demuestra las ganas de Catherine L. Moore por experimentar con Jirel en distintos escenarios y estilos narrativos, pero que mantiene esa estructura de "aventuras de un personaje a fascículos".
Como siempre digo, los clásicos hay que leerlos con el contexto histórico en mente. Estamos hablando de historias escritas durante la década de los años 30, una década que dio a luz a una generación de autores que buscaban darle más seriedad a sus obras pulp, al mismo tiempo que no perdían esa esencia folletinesca de aventurilla de evasión. Moore era una aficionada a las historias de Howard (Conan, Sonja) o de Burroughs, pero evita la violencia gratuita, la sexualización descarada y aposta por una heroina con cualidades que hasta ahora no habían sido explotadas. La espada y la brujería vivió un cambio tremendo con la aparición de autores como Moore o Kuttner, y muchísimos lectores vieron en Jirel una heroína digna de admirar. De hecho, la autora Zimmer Bradley, dijo que Jirel de Joiry era la primera heroína del subgénero de espada y brujería. En los 90 vimos series como Xena, cuya influencia quizá ahora quede un poco más clara. A Catherine L. Moore le debemos mucho, y no solo princesas guerreras, le debemos ese Han Solo de Star Wars (aunque esto lo abordaré en su respectiva reseña). Es difícil valorar esta obra escrita hace tantas décadas, pero su legado es innegable, además de que todavía hoy en día posee esa cualidad innegable de entretenimiento, sí, pero también de un ejercicio narrativo que iba más allá de la aventura fácil. Una lectura muy recomendable, y ahora más disponiendo de la fantástica reedición de Costas de Carcosa con la estupenda (nueva) traducción Javier Jimenez Barco y Jorge R. Plana.
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