YSABEL
Gavriel Guy Kay
El autor es un reconocido escritor, y Ysabel es su décima
novela. Ha escrito bastantes obras que han tenido cierto prestigio, como Tigana
o El Tapiz de Fiovannar coronándose como best-sellers. Esta novela goza de un síndrome
pre-bestseller y eso condiciona muchísimo la lectura y su acogida. Creo que
cuando en una portada se puede leer antes, los premios que tiene o a que
autores se parece o publicidad similar, quiere decir que la obra quizá no es
tan buena como para promocionarla por si sola. Condicionado por este factor me
adentro en la profundidad de sus páginas.
Las primeras líneas se presentan resueltas y juveniles,
presentándonos al protagonista, un joven adolescente, al que le gusta
pavonearse y hacer chistes graciosos dignos de su edad. El autor combina este
tópico de personaje despreocupado y pasota, con una parte psicológica mucho más
madura que le imbuye a presión. Y es que el protagonista pasa de decir “¡Jo,
mamá!” a hacer reflexiones sobre la muerte, la vida, el amor, y el perdón.
El argumento empieza bien, de hecho muy bien. Se nota que
el autor sabe escribir, sabe montar una historia y sabe cómo desarrollarla. Además el halo de
misterio (a veces muy forzado) le da esa continuidad que nos ayuda a pasar
página tras página devorando sin cesar. Si una cosa buena tiene esta novela, es
que engancha.
Lo que sin duda me ha llamado más la atención es el
cuidado esmero con que describe Aix en Provence y sus inmediaciones. Se ve que
durante la escritura del libro pasó buena parte en esa región y es capaz de
transmitir, con pocas palabras, la belleza de los lugares por donde transcurre
la acción. Las descripciones, cortas y precisas, te hacen sentir que estás
entre verdes prados, o frente a ruinas romanas, o en el interior de la ecléctica catedral de Saint Sauveur. Sinceramente
son una gozada y me picaron el gusanillo de visitar la Provenza francesa. Hasta
estuve mirando viajes para ir de vacaciones en Semana Santa.
Fuente de Aix-en-provence. Lugar donde ocurren algunas escenas en la novela. |
Otra de sus grandes virtudes es el gran trabajo de
documentación histórica que el autor ha llevado a cabo. Se ve claramente que no
ha dejado un libro sin consultar, un experto sin preguntar, un monumento sin
visitar. Al estar basada en hechos históricos (la conquista de la Galia y
posterior subyugación de los celtas por los romanos) esto es muy importante
para poder transmitir sensación de realidad, de que lo que cuenta, aunque
fantasioso, puede haber ocurrido. Quizá tiene una visión un tanto romántica de
los celtas, y una muy negativa de los romanos, pero desde luego la ambientación
es muy creíble.
Este yo creo que ha intentado ser el plato fuerte de la
novela. Los Celtas. Cuando nos sirven este libro, nos dicen que es de fantasía,
bien lo único que tiene de fantasía es un rito Celta creado por el autor. Este
rito es el motor de la trama, y será el que de juego a la novela.
La novela, sin embargo, adolece de cierta desigualdad en
el ritmo narrativo. Por un lado, se puede convertir en un interesante pasapáginas,
pero por el otro, ese frenético ritmo se ve interrumpido en muchas ocasiones
por algunos momentos en el que los personajes se quedan en cierto stand by, en
parte motivado por el propio shock que les produce lo que está pasando en el
momento, y en parte porque Gavriel Kay imprime a sus diálogos cierto toque de
superficialidad, podríamos decir banal, en el que el intercambio de información
o reacciones de los personajes no tienen un debido peso en relación a lo que la
historia en sí debería contarnos. Un lastre que a mí personalmente hace que en
momentos puntuales desconecte de lo que quiere decirnos el autor con su
particular modo de contarnos las cosas.
Una gran pega de la obra es el lenguaje. Parece
que nuestro autor quiere captar a todos los públicos y nos escribe frases muy
coloquiales y modernas, combinándolas con otras más arcaicas o adultas. El
argumento nos muestra el choque de dos momentos de la historia, con 2000 años
de diferencia, el problema es que la sensación de que no pega, o no está bien,
no se va en toda la novela.
Entremont, una de las ruinas descritas en la novela.
Pero el gran problema viene con las
expectativas. Toda la obra nos la pasamos leyendo expresiones como “Ahora no te
lo puedo contar” o similares, referentes a ciertos aspectos supuestamente
fantásticos de la novela. Estos quedan muy desdibujados al final, de hecho la
mayoría se obvian o se olvidan, dejando al lector con una sensación de engaño.
Como si todos esos recursos fueran meros decorados para impresionar y animar al
lector a seguir leyendo. Pero no son más que eso, decorados.
Aun así creo que es una novela entretenida, muy fácil de
leer, y con ciertos toques divertidos, si tienes un sentido del humor fácil.
Esta novela yo la llamaría un “entrelibros”, me explico: los entrelibros son
esas lecturas que lees entre una novela complicada y otra del mismo calibre.
Son novelas para no perder el ritmo de lectura pero que no necesitas pensar
demasiado para leerlas, ni prestar mucha atención. Pero si lo que buscas es
algo de fantasía, o mitología, no te equivoques, esta novela apenas roza estos
temas.
Yo de este autor me leí "Los caballos celestiales", inspirado en la China de la dinastía Tang. La verdad es que el libro me gustó en cuanto al cuidado de la ambientación, aunque al final trataba poco del tema que planteaba el título (lo cual tiene sentido cuando te das cuenta de que el título original no tiene nada que ver; en fin, cosas que pasan a veces en las traducciones). Estaba buscando algún otro libro del autor para darle una segunda oportunidad, así que a lo mejor me animo con Ysabel ;)
ResponderEliminarP.D: si te llama un poco la atención el libro, te enlazo la reseña que le hicimos http://contandodragones.blogspot.com.es/2014/01/los-caballos-celestiales.html