Hasta hace unos días,
Angry Robot era sinónimo de calidad. No al 100%, pero sí es cierto que ser una
editorial anglosajona independiente, con títulos potentes, me provocaba cierta
admiración. En las estanterías de literatura fantástica, paso la vista por
títulos, a veces por nombres de autores y en otras ocasiones por el logo de la
editorial, y siempre que veo uno de Angry Robot, lo saco para manosearlo un
poco. Autores como Chuck Wendig, Lavie Thidar, Wesley Chu, Aliette de Bodard, o
Lauren Beukes, son motivo suficiente para confiar en el sello. Pero cuando
empiezas a encontrarte con títulos que te dejan un sabor agridulce, e incluso
amargo tras la lectura; cuando algunas de estas lecturas incluso las llegas a
abandonar, esa admiración por el sello cae en picado. Como sabéis, soy usuario
de NetGalley, y aunque al principio me desboqué de forma desmesurada en la
solicitud de copias de prensa, desde hace unos meses me pienso muy bien qué
libros solicitar. Mi primer ARC (Advance Reader Copy) fue The buried life de Carrie Patel, el cual me supuso un shock, pues estaba predispuesto a que me
gustara, era mi primera colaboración con la web, y el libro fue una lectura
engorrosa y ardua. Pero el colmo ha llegado con uno de los últimos ARC que me
han concedido, The Dragon Engine, de
Andy Remic, un autor que ha publicado hasta seis libros en el mismo sello y que
parece ser bastante popular entre el fandom
anglosajón de fantasía. The Dragon Engine llegó a mí por una
serie de casualidades, yo apenas conocía al autor, y el título, a decir verdad,
no me llamaba en absoluto. Pero verlo en NetGalley, leer algunas cosas sobre el
título en diferentes lugares de la red y un par de reseñas exageradamente
positivas en Goodreads me convencieron para pedirlo.
The Dragon Engine
no es un libro malo, de hecho tiene una gran cantidad de puntos positivos que podría
mencionar, como por ejemplo un buen ritmo narrativo, personajes que (hasta
donde leí yo) son carismáticos, y un toque de originalidad interesante al
manido tema de los dragones en la fantasía. Para otro lector esto podría
suponer razones de sobra para leer el libro y disfrutarlo enormemente, pero
dejad que vaya a los motivos por los cuales me he sentado a escribir esta
reseña.
La premisa de esta
novela es una partida de rol. De hecho, el inicio es anticlimático (que ya es
decir). Varios personajes se encuentran en un festejo en lo que parece una
posada o un salón de fiestas, uno de ellos está dando un discurso chabacano. Se
trata de la fiesta de una noche de bodas, en el momento en que los invitados
han bebido más de la cuenta. El personaje que da el discurso es el mejor amigo
del novio, y como no podría ser de otra manera, está maldiciendo que su amigo se
haya casado con una mujer, la cual le va a robar sus libertades. Empezamos mal.
Después de esto, risas y comentarios soeces acompañan a la pareja a su cama
nupcial a hacer lo que se supone que una pareja de recién casados hace su noche
de bodas, para encontrarse con el personaje que ha dado el discurso dentro de
su habitación. Mirándolos y jactándose de verlos desnudos y en pleno acto.
Aparecen dos mujeres más en la habitación, una maga blanca (así se autodefine
ella) y otra maga que parece ser lo opuesto de la primera. Y junto al rogué, al
“bárbaro” (el amigo del discurso) y la novia, que parece tener ciertos poderes
extraños, ya tenemos el grupo para la partida de rol. Falta la misión: conseguir
unos diamantes escondidos en una cueva enana que se encuentra algo más allá de
Mordor. Todo esto aderezado con un estilo tosco que parece querer imitar algo
de grimdark pero que se queda en
cutre y poco trabajado.
Para mí el grimdark es oscurecer la fantasía,
aportar barro, sangre y crudeza. Pero hacerlo con una prosa inteligente, con
destreza, saber dónde estirar y donde no. Un gran ejemplo es el ya muy conocido
Joe Abercrombie. The Dragon Engine
contiene escenas desagradables que parecen pedir a gritos un poco de atención,
como si su autor simplemente quisiera llamar la atención con situaciones
crueles. Pongamos un ejemplo, un rey/señor enano quiere violar a una joven
enana. El hombre hace comentarios lascivos y le hace chantaje emocional para
que ella acceda al sexo, con comentarios estilo “¿quién es el enano más fuerte
de este lugar?” o “¿no ves que si te dejo preñada vas a molar mogollón entre
tus amigas?”. La chica no accede y el enano decide violarla entre risas. El
autor no crea un Glotka y a través de sus escenas repugnantes nos crea un
sentimiento ambiguo hacia el personaje, aquí parece que el escritor se regodee
en ciertas escenas como en esta del enano. Tanto es así, que este, una vez
termina de violar de forma brutal a la joven, decide arrojarla por el balcón
por pura diversión. Me diréis “bueno, si el personaje es así, no lo veo tan mal”,
cierto, el problema que quiero destacar es que no parece haber una doble moral,
o un intento del autor por crear una situación incómoda. La escena está
descrita como si fuera divertido. El capítulo empieza con una descripción
detallada de color, textura y tamaño del pene de este hombre.
No quiero seguir
poniendo ejemplos, pero The Dragon Engine
me ha sorprendido a mal. Es cierto que podría haber seguido leyendo, pero
decidí plantarme en la página setenta y algo. El ritmo no está del todo mal y
creo que hay un público para esta obra, desde luego, ese target no soy yo. El grimdark
necesita de mucha práctica, de saber dónde están los límites y sobre todo, de
una narrativa trabajada que contraste con la crudeza de la historia. Si te
encuentras en los textos del narrador con muchos verbos acabados en –ing, con esa
comilla que le da un toque macarra, mientras un hombre viola a una menor de
edad, la cosa se hace incómoda. En definitiva, no recomiendo para nada este
libro que espero que pronto caiga en el olvido de mi memoria.
Uf,va a ser que no.
ResponderEliminarbesos!!
Me parece un libro medianamente interesante
ResponderEliminarno es lo que suelo leer pero podría gustarme
un besito