Richard Parks debe ser un geek
con mucha suerte y aunque con una imaginación anda fuera de lo normal, sí con
valor para escribir lo que le apetece por muy extraño que pueda ser. Conseguir
escribir un libro como Yamada Monogatari:
Demon Hunter y publicarlo no es una proeza en sí mismo. Conseguir vender lo
suficiente como para publicar el segundo, sí lo es.
La novela es un fix-up de relatos que comparten protagonista: Lord Yamada
no Goji un noble que durante el período Heian en Japón se dedica a ganarse la
vida cazando monstruos, demonios, fantasmas y todo tipo de bichos. Durante los
diferentes relatos, seguiremos las aventuras de Yamada mientras se enfrenta a
todo tipo de folklore local que habitan el gobierno de un daimyo que decide contratarlo por la fama del mismo. Las soluciones
para los youkai, fantasmas o
monstruos no será simplemente un exorcismo o un espadazo, y Yamada tendrá que ingeniárselas
para vencer a algunos enemigos bastante curiosos.
Yamada Monogatari es una versión cutrona de la
saga de Sapkowski, Geralt de Rivia, ambientada en un Japón feudal (que mola más
que la Europa medieval y oscura que estamos ya cansados de repetir tanto en las
novelas de fantasía) donde un cazador solitario se dedica a capturar o matar
monstruos a cambio de una paga para sobrevivir. La comparación es injusta, lo
sé, a Richard Parks le queda mucho para llegar a lo peor de Sapkowski, pero es
la mejor y más sencilla analogía para entender de qué va la novela. Entiendo
que el autor ha querido apelar a cierto público ansioso de historias originales
que tengan Japón como telón de fondo (entre los que me encuentro yo), un poco
lo que hace Kristoff con su Tormenta.
El problema llega cuando de Japón tan solo tenemos los nombres, el decorado y algún
que otro fantasma. La narración no acompaña el contexto, los personajes aunque
se llamen Yamada o Pikachu no son japoneses, son clichés yankees de un Japón
americanizado y en general la interacción del protagonista de los monstruos
intenta ser mordaz, como Geralt cuando intenta hablar primero con una náyade o con
cualquier otro monstruo. Yamada es un protagonista que poco a poco va ganando
algo de carisma y aunque al final nos importa muy poco lo que le ocurra, es
cierto que una pizca de cariño sí que acabamos tomándole. Quizá esto sea fruto
del síndrome de Estocolmo. Hay otro personaje, que culmina la pareja de
cazadores, Kenji, un monje que se podría decir es la parte contrapuesta de
Yamada pero que todavía nos emociona menos y en algunos casos deseamos que
simplemente desaparezca de la novela.
La novela es una excusa para poner a tíos con katanas a pelear contra
monstruos de la mitología y el folklore japonés de forma más o menos “molona”.
Tras un corto diálogo con tres o cuatro frases de hollywoodienses tiene lugar
una escena de acción que voy a reconocer, está entretenida.
Lo mejor del libro quizá sea todo ese trasfondo japonés y el estilo de
fantasía urbana con que se narra toda la historia. Hay algunas escenas que le
dan dinamismo a la novela pero en general me parece un libro repleto de clichés
mal hilvanados, un fix-up cuyos relatos son copias unos de otros con la misma
estructura fallida. Y eso sin comentar en profundidad el estilo, que me ha
parecido pobre e insulso y que se queda en un intento más que en un resultado.
Creo que la novela hubiera funcionado mejor con algunas revisiones y una mejora
de estilo, puesto que he leído en otras novelas tramas mucho peores que
mejoraban gracias al estilo narrativo. Y quizá lo peor de todo el libro sean
los personajes femeninos, apenas existentes y que cuando lo hacen tan solo son
un objeto u elemento narrativo que complementa al personaje masculino. Habrá
quien piense: “pero en la sociedad japonesa la mujer…” NO. Mal. Ese pensamiento
es erróneo y en la novela se demuestra que el autor no tiene ni idea de Japón.
No estoy diciendo que yo sea un purista y le critique por no ser una novela que
refleja a la perfección el Japón feudal, eso es algo muy complicado, pero sí
que pido una mínima seriedad y que no tome a los lectores como a idiotas. (No
quiero comentar el tema de la homosexualidad que se da en el libro porque es
simplemente una vergüenza).
En conclusión creo que es un libro con una buena idea pero que se queda en
una ofensa lectora. Mal narrado, con una temática interesante y totalmente
desaprovechada. Un libro perfecto para lectores adolescentes que tan solo hayan
visto algún documental del Discovery sobre katanas
y samuráis y tengan ganas de leer algo donde salgan estos elementos. Como punto
positivo diré que estilo es tan plano y simple y la novela tan corta que me la
leí entre una noche y la tarde siguiente y que al terminar el libro tuve que
escribir corriendo esta reseña porque ya me olvidaba del libro y sus detalles
de lo poco que me habían interesado. Vaya, eso no es tan positivo. ¿O sí?
Me cuesta mucho leer novelas ambientadas en Japón pero no escritas por un japonés, porque suelen pasar estas cosas. Abundan los clichés y la visión de una cultura que no se conoce hasta que se vive durante muchos años. Y más teniendo tanta literatura japonesa escrita por japoneses que va llegando a nuestras tierras traducida.
ResponderEliminarAún así, ya la trama del libro no me llama. Después de leer tu reseña, sé que no lo voy a leer.
¡Un beso!
A mi me ocurría lo mismo sobre autores japoneses escribiendo sobre Japón, pero te aseguro que hay excepciones brutales, sólo hay que acertar o escuchar una buena recomendación. Me has dado idea para hacer un post :)
EliminarY no, al libro ni con un palo.
Pues es una pena porque es un mundo la mar de interesante, y cuando hay fallos así pues te dan ganas de coger al autor y matarlo x)
ResponderEliminarUn saludo!