La guerra de las salamandras, de Karel Čapek


Hace ya unos meses que me comprometí a leer más clásicos. Recuerdo que en mis inicios como lector más interesado en el género comencé a ir a la biblioteca y a leer clásicos o novelas relativamente antiguas. Las novedades no me interesaban tanto, sino que tenía mucho interés en formarme una base con autores reconocidos y otros que, aunque no tanto, me llamaban la atención. Fue en esta etapa donde me encontré con Gigamesh (y donde descubrí a George R. R. Martin). Gigamesh siempre ha tenido un catálogo que mezcla clásicos y autores contemporáneos. En su catálogo tenemos a los hermanos Strugatski y a Lisa Tuttle, a Mike Resnick, a Ángela Gorodischer o a Karel Čapek. Y es precisamente de este último autor de que quiero hablaros en esta reseña. 
Hace muchísimos años compré un ejemplar de segunda mano de La guerra de las salamandras en la antigua librería Gigamesh. Era una edición de bolsillo con una letra minúscula, pero estaba tan barato que cedí. Reconozco que no lo terminé, y creo que terminé regalando el libro. No tanto por la historia, sino por aquella infame edición. En cualquier caso, no hace mucho Gigamesh publicó una reedición de la novela, traducida pro Ana Falbrová, con una cubierta estupenda de Enrique Corominas y una edición que, aunque sigue siendo formato bolsillo, es mucho mayor que la anterior y, de hecho, es legible. ¿Lo mejor? El precio, 6€.

La guerra de las salamandras es una novela del autor polaco Karel Čapek (autor que acuñó el término robotnik, traducido como robot). El autor escribe una fábula protagonizada por estos curiosos reptiles a los que el progreso de la humanidad ha otorgado armas, tecnología y conocimientos. Todo esto se debe a cierta encrucijada a la que ha llegado al humanidad y la necesidad de la intervención de los animales en el curso del desarrollo. La novela, dividida en tres partes, comienza con el capitán holandés Van Toch y su descubrimiento de las salamandras. Este es el comienzo de una avalancha de acontecimientos que cambiarán el mundo entero y al mismo tiempo supondrá una profunda crisis para las propias salamandras. La segunda parte de la novela es quizá el más denso y complicado de la novela, pero al mismo tiempo es el más satírico y donde Čapek hace gala de un sentido del humor finísimo (que me recordó mucho al de los hermanos Strugatski, o al de Kurt Vonnegut). Čapek narra cómo la sociedad reacciona, se adapta o se enfrenta a la raza de salamandras que pueblan las ciudades y que cada vez se hacen más populares. El tercer y último acto es quizá el más divertido y entretenido, pues Čapek aprovecha la cuarta pared para lanzar algunas reflexiones y preguntas al lector.

De La guerra de las salamandras se pueden sacar multitud de conclusiones. Y esto es quizá lo que me gusta de leer clásicos. Quizá estén descolgados de nuestro contexto, pero nos ofrecen una visión reflexiva de hechos que acontecieron y de la que podemos sacar valiosas lecciones. O, por lo menos, interesantes conclusiones en cuanto a la propia obra de autor. Hay que tener en cuenta que Karel Čapek murió antes de que el nazismo invadiera Polonia, pero las salamandras bien podrían ser un paralelismo con el propio nazismo. Un movimiento intransigente y que promueve el odio pero que se tolera en una sociedad democrática.  Pero aunque Hitler todavía no hubiera declarado la guerra a su país, Karel Čapek es consciente de la problemática de estos partidos y movimientos, y su feroz crítica no pasa desapercibida. El autor polaco es todavía más duro con el capitalismo y las políticas económicas del progreso tan autodestructivas. Lo que más aprecio de la ciencia ficción cómica o humorística son estas reflexiones descarnadas, directas y sin pelos en la lengua. La sátira es una herramienta poderosísima y Karel Čapek tiene gran habilidad en su manejo. En definitiva, La guerra de las salamandras de Karel Čapek es una lectura interesante, que no ha envejecido mal y que nos ofrece una perspectiva tanto del género como histórica de lo más curiosa. Una de esas obras que al final nos obliga a mirarnos al espejo y a hacernos algunas preguntas incómodas pero necesarias.

Comentarios

  1. De las cosas que uno comprende cuando se acerca a los clásicos es que, a pesar de que el mundo cambia a una velocidad brutal, realmente hemos "avanzado" muy lentamente como sociedad.

    De ahí que problemas que se exponían en libros hace 50 años sigan igual de vigentes y, lo que es peor, sin guisas de solución.

    Saludos!

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    1. Desde luego, es lo bonito de leer clásicos. Pero a veces cuesta, con tanta locura de novedades.

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