El demonio del movimiento, de Stefan Grabinski


¿Dónde terminan los sueños y comienza la realidad? ¿En qué momento lo onírico agarra la vigilia y la zarandea, vapuleando nuestras concepciones preestablecidas? Valdemar acaba de publicar El demonio del movimiento, del autor polaco Stefan Grabinski, una antología de cuentos de terror repleta de mitos y leyendas. Para comprender por dónde van los tiros en la obra de Grabinski, hay que tener en cuenta que en su contexto histórico estaban de moda… no, mejor dicho, había una auténtica fiebre por los fenómenos paranormales, lo sobrenatural, los fantasmas y demás. El mundo onírico era una representación de miedos, aspiraciones y realidades.

Los relatos comprendidos en El demonio del movimiento son textos que transitan entre lo extraño, lo terrorífico y lo surreal. Pongamos por ejemplo el primer texto, un hombre que se duerme en el tren y que nunca sabe adónde va ni de dónde proviene. El revisor parece ser el mismo pero al mismo tiempo fluctuar, y el tiempo es algo tan relativo que apenas existe o, por lo menos, no es lineal. Todos estos elementos se aglutinan para formar una atmósfera inquietante, donde el lector se siente desamparado y sin control alguno de la situación. Llama la atención la estructura de los relatos de Grabinski. Pese a tener inicio, nudo y desenlace, el primero y el último parecen tan desdibujados que sentimos que nos han lanzado en medio de una historia donde no queremos estar, pero que observamos con mirada pasmada. Los hechos terroríficos e inverosímiles acontecen en contextos cotidianos, aumentando esa atmósfera de inquietud.

Una sensación persiste en todo el texto, y es el de la nimiedad del ser humano. Somos motas de polvo que viajan por la galaxia, ajenos al vasto cosmos. Los trenes, pues, forman una metáfora de lo más interesante. Grabinski, quien falleció un año antes que Lovecraft, se consideraba experto en demonología y parapsicología. Esto abre las puertas a un tema interesantísimo. En la literatura de terror, los demonios están «poco» explorados. No hablo de vampiros, ni de horrores cósmicos, sino de demonios per se. Hay textos de trasfondo satánico, pero, ¿qué hay de los demonios más allá del advenimiento del anticristo? Y es que los protagonistas del texto son criaturas demoníacas, pero no como monstruos, sino como seres con cierto poder para moverse entre dimensiones donde el tiempo y el espacio no obedece a nuestras reglas. Criaturas burlonas que disfrutan del sufrimiento y la confusión que generan en los seres humanos.


Me parece complicado mencionar algo más de Grabinski o de esta obra que Jesús Palacios no mencione ya en el prólogo de libro. Mi experiencia con la lectura ha sido más que satisfactoria, como habréis podido notar. Desde hace unos años, me interesa cada vez más el terror en la literatura, pero un terror que no tire de thriller, ni de zombis, ni de escenarios góticos (aunque estos últimos me siguen atrayendo). Por ello creo que Grabinski es un soplo de aire fresco (aunque fétido, que es demoníaco) para el género de terror. Aunque es un símil desastroso, pues Grabinski no precisamente un contemporáneo. Es digno de aplaudir que Valdemar se haya atrevido a traducir del polaco a este autor maldito, considerado el Edgar Allan Poe de su país.

Y que no se me olvide mencionar la edición. A poco tiempo que uno lleve leyendo literatura de terror, conocerá las gótica de Valdemar. Ediciones de lujo con un acabado alucinante. Tapa dura, papel color crema, corrección y traducción (directa del polaco, por Katarzyna Olszewska Sonnenberg) excelentes y mimadas al detalle, marcapáginas de seda, prólogos, introducciones y demás contenido… Qué os voy a contar. Por si eso fuera poco, la cubierta la culmina una ilustración de Beksinski acongojante y maravillosa. Esta obra es un tesoro para todos los aficionados al terror, y un gozo literario. Qué suerte tenemos de que exista Valdemar, y qué suerte tuvimos de Grabinski. Directo a material de pesadillas.

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